26 de junio de 2010

El monje en el huerto, de Robin Marantz Henig

Título: El monje en el huerto: la vida y el genio de Gregor Mendel, padre de la genética (título original en inglés: The Monk in the Garden: The lost and found genius of Gregor Mendel).
Autora: Robin Marantz Henig.
Editorial: Debate.
Año: 2001.
ISBN: 9788483063774.

Descubrirán los lectores de este blog que tengo especialmente predilección por las biografías y, entre éstas, por las de científicos. Y, quizás, Gregor Mendel sea uno de mis científicos favoritos, aunque sea sólo por el hecho de que su vida fue callada, de profesor de escuela y fraile agustino o, quizás, por los guisantes, analogía de su vida humilde.

La imagen que muchos de nosotros podemos tener de Mendel es precisamente la de Érase una vez...: un fraile más bien rellenito, sonriente y bonachón que tuvo a sus hermanos de comunidad comiendo guisantes años y años. Sin embargo, Mendel es mucho más.

Después de explicar muy someramente sus leyes (que él no promulgó como tales) a mis alumnos, quise profundizar más en el personaje. Me sorprendió ver que en español hay muy poco escrito sobre Mendel. Una meritoria aunque breve biografía de Alberto Gomis, en la siempre recomendable editorial Nivola (¿qué otra editorial española tiene un catálogo científico y divulgativo como ésta?). Cuando tomo un tema me gusta profundizar hasta los detalles, así que Gregor Mendel: el fundador de la genética se me quedó corto. Como corto tengo también el presupuesto, tiré de biblioteca y en la de la USC encontré El monje en el huerto, a priori más completo, o eso pensaba yo.


 El libro que al fin y al cabo nos ocupa es una obra de divulgación, que en ocasiones quiere tomar el ritmo de una novela de intriga (¿qué pasó para que la obra de Mendel se perdiese tantos años?) en la que la vida de Mendel es sólo el engranaje central para explicar los orígenes de la genética. El hilo conductor son las separatas del artículo Versuche über Plflanzenhybriden (Experimentos sobre la hibridación de plantas) que el bienintencionado agustino envío a los mejores botánicos de la época y que fue olvidado por la mayoría. Podemos decir, que de modo muy introductorio y divulgativo, cumple su objetivo.

Dos elementos reseñables: la explicación del supuesto olvido del trabajo de Mendel, que no fue así exactamente y la explicación de lo que los traductores suelen reseñar como «carácter», si bien Mendel usa dos palabras diferentes para estos elementos heredables. Por otro lado, existe una página web de acompañamiento a la versión inglesa del libro, con documentación adicional, aunque poco actualizada desde su edición, en esta dirección, algo que supongo que para el 2001 fuera toda una novedad.

Donde el libro falla, en mi opinión, es en la presentación de Mendel. El científico aparece desde una perspectiva unidimensional, la ya conocida del fraile bonachón plantaguisantes. Pero sólo hay que indagar un poco en lo que el libro deja entrever para comprender que Mendel es mucho más. Quedan varias preguntas importantes por resolver: qué le ocurría en los exámenes (no llegó a licenciarse y siempre fue «profesor sustituto»), por qué era, a pesar o quizás gracias a su falta de títulos un gran profesor, muy valorado por sus alumnos, cómo fue su formación teológica y sacerdotal, la relación con sus sobrinos, sus últimos años como abad de Santo Tomás en Brno y, no menos importante, por qué eligió ser religioso. De momento todos los libros que he leído sobre el tema inciden en que era la única salida que tenía para seguir su formación y que «coincidía con su carácter»... Me parecen razones muy débiles. La dimensión religiosa de un hombre evidentemente brillante, al que nunca se le achacó nada en contra de su vocación y que, de hecho, se convirtió en un adalid de los derechos eclesiásticos de su monasterio en el Imperio está apenas esbozada en el libro de Marantz Henig.

De hecho, desde el punto de vista religioso la autora demuestra poca investigación, cuando no errores de bulto, ya desde el comienzo: ¿monje o fraile? Confundirlos es como confundir un Ferrari con un Seat: ambos son coches con cuatro ruedas, pero... La respuesta es que Mendel era fraile, miembro de una orden mendicante, no de una monástica. Lo que sí es una excepción es que al superior de Brno se le llame abad y no prior, debido a unos privilegios históricos.

Intrigado por la vida de Mendel, busqué qué otra biografía podía responder a mis dudas y, al final, acudí a la fuente. Todas las biografías de Mendel beben del Life of Mendel de Hugo Iltis, un paisano suyo. La obra no está traducida al castellano y no pude encontrarla fácilmente. Afortunamente, un buen amigo la buscó en una librería de viejo de Chicago, ni más ni menos, y aquí está en mis manos. Quizás hable de esta biografía en otra ocasión.


Volviendo a El monje en el huerto, es una obra recomendada sólo para los que quieren acercarse a la historia de la genética sin mayor afán de profundizar. Pero si quieren saber más de Mendel, por lo menos acérquense a la obra de Gomis. Y si ya tienen mis manías obsesivas-exprimidoras... busquen a Iltis.

20 de junio de 2010

Celda 211, de Francisco Pérez Gandul

Título: Celda 211.
Autor: Francisco Pérez Gandul.
Editorial: Lengua de trapo.
Año: 2003.
ISBN: 9788496080201.


Mi primer libro carcelario (no cuento Pena de muerte, de Helen Prejean, que algún día comentaré) resulta ser una novela sanamente desasosegante, cínica, a veces divertida y en todo momento interesante y bien narrada.

Como ha sido adaptada al cine con título homónimo y considerable éxito, el argumento es bien conocido. Juan, recién aprobada la oposición a funcionario de prisiones, acude a la cárcel el día antes de su primer día de trabajo para conocerlas instalaciones y los compañeros. Mientras se recupera de un pequeño desmayo, se desata un motín de los «fíes» y es abandonado en una celda, la 211. Encontrado por los presos, se hace pasar por uno de ellos. Hasta ahí conocido.

Lo que me sorprendió gratamente del libro fue, en primer lugar, cómo está narrado. Es una colección de monólogos que van narrando la trama, con frecuencia solapándose para mostrar el mismo hecho desde la perspectiva de uno de los funcionarios, del propio Juan o del mítico Malamadre, alma del libro. Los monólogos de este último, que contienen su versión de los hechos relatados a una comisión «de las que quieren saber la verdad», son especialmente divertidos, plagados de palabrotas y frases a medio construir. Y es que Malamadre es de esas personas que sin letras se saben hacer entender.

Impagables algunos momentos, como el tema de los calzoncillos (no quiero desvelar mucha trama), el negociador frío como el hielo, las rencillas entre compañeros y la muerte central del libro (no digo de quién), que realmente me quitó el sueño (a base de que en mi cabeza resonara la voz de Malamadre diciendo «hijos de p...»).

La novela contiene dosis justas de violencia, que casi te esperas como «naturales», intriga, sexo y hasta romanticismo, pero sobre todo destila un humor cínico y descarnado que te hace pensar en lo falso de lo políticamente correcto, en los privilegios de unos y las leches que da la vida a otros. ¿Cuál es el tema principal? Pues ni las cárceles, ni los funcionarios, ni el amor... sólo la supervivencia, en este caso la de alguien aparentemente normal, en las circunstancias más extremas. Ignoro si el autor se planteó alguna vez lanzar al lector la pregunta de qué haría él en similar coyuntura, pero desde luego yo me lo he preguntado después de cada capítulo.

Si algo puedo criticar es que algunas situaciones parecen algo inverosímiles, pero no demasiado, pues la vida real nos trae con frecuencia casualidades que realmente parecen de ficción. La novela tiene sus protagonistas bien definidos, con un Malamadre espléndido y un Juan sorprendente. Me hubiera gustado que personajes como el Poeta, al que tomé cierto cariño, tuvieran más peso: ¿cómo relataría el motín un asesino condenado que escribe sonetos?

En resumen, un libro muy recomendable como lectura con fondo, bien llevada y sin más aspiraciones que mostrar una realidad que no por estar entre muros deja de ser verdadera. No he visto la película, que probablemente sea buena aunque sólo sea por la presencia de Luis Tosar. Cuando la vea comento si me causa las mismas sensaciones que el libro.

18 de junio de 2010

El Aleph, de Jorge Luis Borges

Título: El Aleph
Autor: Jorge Luis Borges
Editorial: Alianza Editorial
Año de publicación original: 1949
ISBN: 978-84-206-3311-4

Pues las casualidades de la vida han hecho de que éste sea el libro que estaba releyendo en el preciso momento en que (por fin) nos decidimos con el título del blog. Como le ocurría a mi admirado Asimov, parece que somos incapaces de escribir nada sin tener un título en primer lugar, que encabece la página y dé pie a seguir poniendo letras y más letras en su interior.

No se si esto le sucedía a Jorge Luis Borges, muy reverenciado autor del libro que traigo a colación. El Aleph es un conjunto de relatos cortos y el que le da título está considerado como el mejor de su producción literaria. Borges, increíble narrador de mundos yuxtapuestos y de realidades alternativas, desarrolla en los relatos que componen el volumen una amplia colección de fotografías de un mundo de poetas, asesinos incluidos, que nos traslada mediante su rica prosa y salpicándola de un gran número de citas y referencias eruditas.

Una mente más susceptible que la mía podría decir que es demasiada erudición, que llega un momento en que aburre el continuo paso de citas de autores de todos los campos en los que escribir es necesario para dar a conocer tus ideas; que una y otra vez introduce en el texto el nombre y la obra de los grandes clásicos de la literatura y de las ciencias, con preferencia de los anglosajones (Hume, Wells, Bacon, Pope) y que quizás está continua acumulación de grandes autores esconda el profundo sentimiento de inferioridad que todos llevamos dentro.

La que a mi más me gusta es Los teólogos, que es también donde más se nota la proliferación de citas, forzada por la misma trama del relato. El protagonista muestra rasgos de carácter que podrían ser premonitorios de la enfermedad del autor, «Como todo poseedor de una biblioteca, Aureliano se sabía culpable de no conocerla hasta el fin», o tal vez un anuncio consciente de la enfermedad degenerativa que le llevaría a la ceguera a la vez que se le nombraba director de la Biblioteca Nacional.

No creo necesario recomendar a nadie su lectura, es un clásico entre los clásicos de la literatura contemporánea y su autor uno de los más afamados y reconocidos del universo de los juntadores de letras compulsivos. Así que entren en el mundo de fantasía de Jorge Luis Borges.

La medición del mundo, de Daniel Kehlmann

Título: La medición del mundo (original en alemán: Die Vermessung der Welt).
Autor: Daniel Kehlmann.
Editorial: Maeva.
Año: 2006.
ISBN: 84-96231-97-6.


Reconozco que el libro no captó mi atención cuando lo vi en la librería. Tuvo que ocurrir la casualidad de que un ejemplar estuviera boca abajo en la pila de libros de ciencia-ficción que estaba ojeando para que una sola palabra despertase mi curiosidad: Gauss.

El amigo Gauss es uno de mis personajes histórico-científicos favoritos, no sólo por sus funciones, ecuaciones y campos, sino, creo que sobre todo, por aparecer con una especie de albornoz en varios retratos (parece ser que le gustaba más bien trabajar desde casa... cómodo).

Pues bien, La medición del mundo trata precisamente de Gauss y de Humboldt (el explorador, no el que se estudia en Pedagogía). Intercalando relatos de sus vidas, pretende describir una época fascinante, en la cual la ciencia comienza a ganar terreno y se hacen grandes descubrimientos: Gauss representa los matemáticos y Humboldt los geográficos. La excusa literaria es un encuentro de ambos, ya mayores, en el que el explorador quiere homenajear al gruñón matemático.

Me gustó el libro, más las partes de Gauss (un sesgo personal), un adorable cascarrabias con varias certezas en su vida: todo puede ser medido y pesado, como en casa no se está en ningún sitio, mi esposa es una arpía y mi hijo mayor un imbécil. No necesariamente en ese orden, pero se repiten en cada capítulo: sea viajando y quejándose de los charcos del camino o bajo la lluvia triangulando los campos de Prusia, es un genial protestón.

Humboldt, sin embargo, es un eterno optimista, sea entregando medallas en Berlín o buscando las fuentes del Amazonas. Tan optimista que en la novela da la impresión de ser un simplón fácilmente manipulable por los poderosos (sea el Zar o su hermano). Por cierto, las bruscas contestaciones de Gauss al amable Humboldt recuerdan tanto a las de House que causaron en mí el mismo efecto que los capítulos de la serie: un inmediato aprecio.

Quizás sea ésta la mayor deficiencia del libro: los personajes están definidos sólo por unas pocas líneas gruesas, que se repiten en diversos grados... pero sin salir de allí. No le resta atractivo al libro como lectura ligera, pero para una novela que pretende mostrar una «perspectiva humana inédita de estos dos grandes nombres de la historia», enseña más bien las manías. Por otro lado, otros personajes altamente interesantes, como Bonpland, el agraciado compañero de Humboldt o el propio hijo de Gauss son apenas comparsas sin diálogo.

Resumiendo: un libro recomendable para los aficionados a la historia de la ciencia o las novelas con un poco de sentido. Es la segunda novela del autor, al que habrá que seguir atentamente. Y ya que hablo de Gauss, no puedo menos que pegar aquí su firma, una gozada para los amantes de las matemáticas:
Fuente de la imagen. Dominio público.